3.22.2006

Rodin y la luz



"Una tarde que fui a visistar a Rodin en su taller cayó rápidamente la noche mientras charlábamos.

-¿Ha contemplado alguna vez una estatua antigua a la luz de una lámpara?(…)

Seguramente la luz natural es la que permite mejor admirar una obra en su conjunto...Pero espere un poco...Voy a hacerle asistir a una especie de experiencia que sin duda le instruirá.

Mientras hablaba había encendido una lámpara.

La tomó y me condujo hacia un torso de mármol que se levantaba sobre una peana en un rincón del taller.

Era una deliciosa copia antigua, de pequeño tamaño, de la Venus de Médicis. Rodin la tenía allí para estimular su inspiración durante el trabajo.(…)

Al primer golpe de vista quedé extraordinariamente impresionado por lo que de repente se me revelaba. En efecto, la luz así dirigida me hacía percibir sobre la superficie del mármol gran cantidad de ligeros salientes y depresiones que yo nunca hubiera imaginado.(…)

Al mismo tiempo empezó a hacer girar muy despacio la plataforma móvil que sostenía a la Venus.Durante esta rotación seguí apreciando sobre la forma del vientre una multitud de imperceptibles abultamientos. Lo que en un primer momento parecía simple era en realidad de una complejidad inigualable.(…)

-¿Verdad que es maravilloso?, repetía. Admita usted que no esperaba descubrir tantos detalles. ¡Mire!, observe ahora las infinitas ondulaciones que forman la transición entre el vientre y el muslo...Saboree todas las voluptuosas sinuosidades de la cadera...Y ahora, sobre los riñones, todos estos adorables hoyuelos.

Hablaba bajo, con ardor devoto. Se inclinaba sobre aquel mármol como si estuviera enamorado de él.

-¡Es auténtica carne!, decía.

Y añadía radiante:

-¡Diríase modelada a base de besos y caricias!

Luego, poniendo de repente la palma de la mano sobre la cadera de la estatua:

-Uno casi esperaría, al palpar este torso, encontrarlo caliente.(...)

Rodin,Auguste: El Arte, Ed. Síntesis, Madrid, 2000, págs. 37-40.

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